martes, 27 de enero de 2009

FIESTAS DE LA PROVINCIA DE CÁCERES

(En la elaboración de esta página hemos contado con la inestimable colaboración de MARUSA GUTIÉRREZ)

El calendario festivo cacereño es amplio, rico y variado. Además está lleno de singularidades, de tesoros etnográficos, de rituales increíbles que nos han llegado, muchos de ellos, desde la noche de los tiempos, disfrazados o camuflados en medio de ritos cristianos. La mayoría de las veces representan la idiosincrasia del pueblo que los ejecuta o su acto mágico más inveteradamente reverenciado, su pálpito más hondo, su devoción más profunda... Con el correr de los tiempos estas joyas del pasado se han ido convirtiendo, en muchos de los casos, en las señas de identidad de la villa en que tienen lugar. Por eso, cuando el ritual ocurre y se perpetúa, un repeluco de emoción recorre la piel de los habitantes del pueblo en que sucede cada año el acontecimiento singular y único. A ese momento irrepetible acuden desde la otra punta del mapa quienes están lejos de su terruño, obligados por las separaciones impuestas o escogidas. Los vínculos tribales se refuerzan en esa comunión reconfortante que supone la anual cita con lo mágico, con lo sagrado, con lo esotérico, con lo aglutinante. Los males del alma y del cuerpo se conjuran, los agravios y las faltas se perdonan, los rostros se reconocen, los cuerpos se tocan, las emociones afloran menos controladas que a diario, la sabrosa gastronomía allana y lima asperezas. Todo vuelve a engranarse, a recomenzar, a regenerarse. Un impulso renovado procura las fuerzas necesarias para afrontar otro año más, nuevos objetivos con propósitos y bríos rejuvenecidos. La fiesta es, en no pocos casos, la razón de ser más entrañable y más auténtica de los ciudadanos que la practican y la reviven cada año. Con su cíclico acontecer, el hombre vuelve a encontrarse con esas insondables e imperecederas fuerzas de la naturaleza que lo mantienen en contacto con la magia, con su credo y con la ilusión de renacer y, es de suponer que, tras la consumación del ritual, ese hombre queda desexorcizado para largo tiempo..., a la vez que convencido de que los dioses y diosas, sean cuales sean en los que crea, le procuran un rayo de esperanza y una bocanada de optimismo para enfrentarse al próximo recodo del camino, mucho más seguro...

Juan José Camisón

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